Dejarse llevar, sin pensar
que el pasado regrese
pero que sea por un instante
y volver a elegir la luz, 
más allá de la nostalgia.

Dejarse caer en un pozo oscuro y sombrío
pero asirse del auxilio a tiempo para renacer
siempre con el alma tranquila.

Dejarse acariciar por las mañanas frías
para poder agradecer la calidez cuando se sienta 
y mirar alrededor y saber 
que todo pasa en nuestra vida.

Dejarse hamacar en una infancia añorada
para poder cerrar los ojos y sentir como niño
y reir a pesar de los sinsabores de la tristeza  diaria.

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