Hace millones de años un universo perfecto y completo se encontraba triste. A pesar de ser “Todo Poderoso” y de no necesitar desear porque todo lo tenía, en él había surgido una pregunta…  Soy Absoluto, no puedo compararme con nada porque nada más existe, entonces… ¿cómo puedo sentir mi Perfección?… y dado que en la perfección no hay espacio para la duda, de inmediato apareció la respuesta… Preciso experimentarme a través del contraste, para sentir la plenitud, debo antes sentir carencia.
Y sin más, se puso manos a la obra. Decidió crear un mundo experimental, su particular tablero de juego en el que partes de Sí Mismo, sólo las valientes y decididas, pudieran participar y así, a través de lo que ellas sintieran  tomaría conciencia de la grandeza de Quien Era.

La idea lo entusiasmó,

¡podría conocerse!

¡podría sentir!

¡podría crecer y expandirse sin fin

 

El juego de la vida

El juego de la vida

Y a su entusiasmo le siguieron incalculables voluntarios que quisieron convertirse en héroes yendo a aquel misterioso mundo de materia y contraste. Fueron necesarios millones de años y trillones de sabios pensamientos para orquestar finalmente su juego. Lo siguiente, buscarle un nombre, y a pesar de que no se descartaron denominaciones tan hermosas y llenas de energía como  viaje, aventura, maravillosa oportunidad, experiencia… tras un sinfín de variopintas y singulares propuestas lo llamaron VIDA.

 

Llegados a este punto y   sin demasiada controversia, el Universo y sus valerosos voluntarios decidieron que aquel viaje debía tener un final. Estar experimentando contraste eternamente no serviría de nada. Jugar un rato sería divertido, jugar toda la eternidad una pérdida de tiempo. Su lugar no era aquél y el magnífico traje formado por millones de partículas  creadas para la ocasión y que se coordinaban entre sí con una perfección nunca antes conocida,  no constituía  su Esencia. Los cuerpos sucumbían al paso del tiempo. Ellos no.

 

El juego de la vida

El juego de la vida

No había vuelta atrás, los participantes de esta aventura, ahora conocidos como seres humanos, comenzarían a disfrutar del juego de la vida el día de su nacimiento y regresarían gloriosos y victoriosos a su hogar tras lo que acordaron en llamar, su muerte.
Cuando todo parecía dispuesto, a última hora, in extremis, se introdujo en aquella maravillosa experiencia un elemento nuevo: los humanos no recordarían de dónde procedían y tendrían que vivir sus experiencias sin saber quiénes eran en realidad. De esta manera, además de proporcionar al Universo la satisfacción de conocerse a través de sensaciones como la felicidad, el amor, la paz o el perdón, también se proporcionarían a sí mismos la oportunidad de  descubrirse poco a poco y regocijarse ante su grandeza y poder.

¡Y el juego comenzó!

 

Y no tardaron en darse cuenta de que una sola vida era poco tiempo para tanto por experimentar. Y alegres y contentos decidieron regresar y regresar y regresar… y cuánto más jugaban, más olvidaban. Hasta que una vez tan profundo les alcanzó el olvido que se creyeron solos y perdidos inmersos en un mundo que no entendían porque no era el suyo, aterrorizados ante el fin, temerosos de lo que un día llamaron muerte y debieron llamar regreso al hogar.

Hoy el juego continúa. Siguen yendo y viniendo. Algunos comienzan a despertar, comienzan a recordar y cuando eso ocurre no pueden evitar sacudir al resto y decirles tan alto y claro como son capaces de hacer:  no importa cómo te sientas, no importa lo dormido que camines ni la oscuridad que percibas porque, aunque no seas capaz de recordar, tú serás, eternamente, quién realmente eres.

 

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