La definición universal del matrimonio es la unión de dos personas mediante determinados ritos o formalidades legales y que es reconocida por la ley como familia. De acuerdo con esta definición generalizada no debería existir dilema alguno respecto a los participantes del mismo. Sin embargo, de acuerdo con el país, religión, corriente y demás vertientes, el matrimonio puede ser mucho más que esta definición.

Antiguamente se creía que la finalidad única del matrimonio era la concepción. En algunas ciudades musulmanas, ésta sigue siendo una prerrogativa dentro del matrimonio, tan así que se permite que el hombre tenga las esposas e hijos que este pueda “costear”. Pero con el pasar del tiempo y la iluminación del ser, nos hemos dado cuenta que más allá de la procreación, el matrimonio tiene otras características que lo hacen ser esencial en el desarrollo de la sociedad: la convivencia, la compañía, los triunfos compartidos e inclusive, la formación de sociedades se dan en los matrimonios, y se dan de manera efectiva.

¿Entonces, por qué tanto ruido con el matrimonio gay? ¿La libertad del ser no consiste en tomar decisiones y asumir sus consecuencias? ¿Por qué Putin ha emanado leyes aberrantes y hasta dictatoriales a este tema?

 

¿Está bien el matrimonio entre personas del mismo género?

¿De qué nos da miedo al incluir al deseado club del matrimonio a todo aquel que se ame? ¿No estamos en la era de la igualdad?

En el año 2015 el mundo reconoce el matrimonio entre personas del mismo género, en mi opinión es un despertar, donde quitamos y logramos erradicar el juicio de nuestros propios limitantes. El individuo debe poder tomar en completa libertad sus decisiones, asumiendo siempre  las  consecuencias y convirtiéndose así en un adulto, erradicar las etiquetas religiosas, de cualquier tipo y de cualquier religión, ¿o el fin de todas las religiones no es el amor? Si es así entonces dejemos que cada quien ame a quien cada quien así lo desee.

La sociedad tal y como la conocemos está transformándose y esa transformación requiere de cambios en conceptos, en instituciones, en el matrimonio, en los contratos y sobre todo en los fines. Los iusnaturalistas liberales que defienden que la reproducción de la especie debe buscar nuevos argumentos o cuestionarse prohibir el matrimonio entre gente estéril, ancianos o individuos que han elegido la vida de pareja sin descendencia.
Mientras el debate se hace constante en todos los diarios, lo que ya es un hecho es que en 20 países del mundo el matrimonio gay es un acto lícito, reconocido y con derechos. Será interesantísimo ver el camino que esto empieza, ya que somos la primera civilización en reconocer el matrimonio gay, aún con los ataques jurídicos, sociales y religiosos. Ha sido esto un triunfo para los derechos humanos, reconociendo  así el compromiso de dos adultos que se aman y deciden comprometerse y ayudarse entre sí, pues al fin del día también pagan impuestos y tienen derechos y un gobierno secular no puede implementar leyes religiosas ni fundamentar sus leyes en creencias religiosas como sucede en gobiernos teocráticos. El matrimonio gay no debilita sino fortalece el matrimonio tradicional al poner de relieve la dignidad y el respeto del matrimonio.

La legislación debe contemplar las diversidades de elección sexual del mundo actual, modificando con esto conceptos e instituciones, ya que los roles que juegan hoy los individuos oscilan de acuerdo a su libertad psicológica y esto es parte de la evolución sexual que se ha vivido rápidamente en las últimas décadas. El erotismo debe ser pleno, creativo, involutivo y matizarlo para definirse como individuo con plenitud sexual y si ello conlleva al matrimonio, entonces ¿por qué frenar el deseo de un adulto preparado para tomar esa decisión? Debe preocuparnos más crear adultos que tomen decisiones con conciencia, que limitar las decisiones sexuales de los individuos.

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