Había una vez un país dotado de recursos naturales, bellezas inimaginables, playas, montañas, desiertos, un clima privilegiado, con una extensión culinaria bárbara, un país cuyos atributos eran demasiados; desgraciadamente, este país tenía una sociedad ficticia, indeseable en sí misma, donde la realidad ocurría en términos antiéticos a los de una sociedad ideal, absurda, dolorosa, patética, golpeada, abusada, engañada y, sobre todo, muy cansada.

En este país gobernaba un loco, si, a este país lo gobierna un demente, con una naturaleza malvada, un estado social y político ilusorio, imaginario, lleno de abusos de poder y delitos protegidos por un fuero absurdo, un líder con nexos con el narco, un megalómano que se siente orgulloso de ser el “más popular”, como si de ello dependiera su capacidad para gobernar.

La mayor parte de las distopias describen sociedades que son consecuencias de tendencias sociales actuales y que llevan a situaciones totalmente indeseables, pues en este país vivimos: desapariciones forzadas, feminicidios, narco estados, una junta laboral colapsada, tribunales amañados y llenos de corrupción, enriquecimiento ilícito que se ve a diario de los amigos del poder, un ejército sometido y obligado a cumplir los caprichos del líder, quien ha admitido la comisión de varios delitos y violaciones a la constitución con los hijos viviendo el sueño en el país vecino con millones de dólares extraídos del erario.

Además, este país tiene una corte, solo que esta corte presidida por un cobarde, quien ha preferido obedecer que ser exhibido en sus negocios, una cámara llena de bufones que se venden al mejor postor y, en lugar de legislar, solo venden su voto, una sociedad anestesiada y complaciente, contagiada del síndrome del país conquistado, incapaz de levantarse y pelear, a punto de convertir la novela distópica en una novela apocalíptica.

La gente actúa de manera mecánica, ya no ven nada que no salga de una pantalla, una sociedad triste y reducida a reaccionar, con asesinos, violadores, secuestradores y ladrones gobernando, una sociedad que ama a los cínicos, que se alimenta de basura, que roba, mata y viola menores, tan dañada que desahoga su frustración en un consumismo patológico, una sociedad que ama la esclavitud, jugando a tener status, a conformarse, a pensar en serie, a soportar, a aceptar las disculpas de lideres corruptos e ignorantes; líderes de una secta que repudia su mestizaje, que repudia su cosmovisión, divididos por el color de piel, por las religiones, por las ideas, incapaces de vislumbrar la maravilla de la pluralidad, una sociedad donde si no estas a favor, estas en contra, dormida, anestesiada, dentro de una introyección psíquica que impide crecer, decidir, romper la sumisión y levantar la voz ante lo que pasa.

En este país sigo buscando un final, una luz, un día para despertar y entender que nuestra mezcla, nuestro origen es maravilloso, tenemos lo mejor de dos mundos, tenemos un lugar privilegiado, solo es cuestión de despertar y quitar del poder a esos zánganos que tanto daño hacen dividiendo y así poner fin a esta novela distópica.

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