EL MÉXICO DE AFUERA, AYER Y HOY

Hoy, cuando ambos candidatos a la presidencia de Estados Unidos han afirmado que renegociarán el Tratado de Libre Comercio con México, conviene recordar que para su firma la comunidad mexicana y mexicano – estadounidense jugó un importante papel promotor. Conviene también preguntarnos si desde entonces, nosotros los mexicanos “de este lado” hemos aprendido a entender y a valorar a esas comunidades en el vecino país del norte.

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Recordemos que viven en Estados Unidos 35 millones de mexicanos y descendientes de mexicanos que en un alto porcentaje mantienen vínculos con el México de “acá de este lado” y participan así en un proceso ineluctable que involucra las vidas de millones de personas en ambos lados de esa larga frontera de 3,152 Kms que nos divide.

Esto es porque a lo largo de su historia, México no sólo perdió el 51% de su territorio nacional, un total de 2 240 000 Km2, con la firma del Tratado de Paz y Amistad de Guadalupe Hidalgo, en 1848, sino perdió también a poco más de 100 mil mexicanos a quienes la frontera “los cruzo” y además, durante 168 años ha perdido al 10 % de su población, 12 millones de mexicanos emigrantes que contribuyen con su esfuerzo al desarrollo de un país que les es ajeno y además hostil.

 

Y está perdiendo a los descendientes de nuestros emigrados, 23 millones de personas de ascendencia mexicana, que se puede afirmar es una población que mayoritariamente mantiene el orgullo por sus raíces y su herencia cultural, como señala una encuesta reciente realizada por el Pew Research Center, en la que el 57% de esta población se auto identificó como mexicano.  Esto, pese a nuestro histórico, inexplicable e imperdonable olvido.

Sí, históricamente, ni el gobierno de México ni los mexicanos hemos sabido valorar a esa población, a la que se ha llamado “pochos”, “renegados” y “apátridas”, por decir lo menos, y a la que prácticamente como sociedad en su conjunto los mexicanos hemos ignorado: no nos hemos solidarizado con sus causas – ni antes ni ahora- y menos hemos sabido explorar en forma sistemática y creciente el amplio potencial de colaboración que ofrece esta población.

“Estoy convencida de que el dinamismo y la heterogeneidad que caracteriza a esta población, así como la creciente globalización en que estamos inmersos, demanda una nueva visión sobre nuestra relación con estas comunidades”

tlcan2-66Este abandono social obedece, en gran parte, a que conocemos poco de esas comunidades, ignoramos las luchas que han enfrentado y siguen ocupando sus esfuerzos hoy día; desconocemos sus similitudes con nosotros y también sus diferencias – tanto con nosotros como entre esas comunidades, los mexicanos emigrantes y sus descendientes nacidos “del otro lado”-; poco o nada sabemos de sus logros, y menos aún de sus grandes contribuciones tanto a México como al vecino país del norte.
No desconozco los esfuerzos hechos por el gobierno mexicano desde la década de los años setenta para atender a nuestros emigrados y particularmente, al grupo más vulnerable de esa población – los casi 6 millones de emigrantes mexicanos indocumentados-  mediante programas dirigidos a brindarles protección a sus derechos y apoyos de carácter educativo y de salud, entre otros. Pero se ha tratado mayormente de programas de carácter asistencial, hechos desde la esfera gubernamental, con muy escasa participación de la sociedad mexicana en su conjunto, y en los que la comunidad mexicano-americana se ha dejado de lado.

Estoy convencida de que el dinamismo y la heterogeneidad que caracteriza a esta población, así como la creciente globalización en que estamos inmersos, demanda una nueva visión sobre nuestra relación con estas comunidades, a las que debemos entender como socios estratégicos de México. Se requiere, por tanto, diseñar nuevas estrategias que nos permitan dimensionar y potenciar nuestra relación, vinculación y colaboración con esta población. Propiciar el conocimiento mutuo es un paso obligado e imprescindible para este fin. Los mexicanos debemos aceptar que en este campo tenemos una asignatura pendiente.

No debemos olvidar que se trata de una población que ha adquirido en las últimas décadas una importancia mayúscula, no sólo por su extraordinario incremento numérico, sino por su cada vez mayor influencia en los ámbitos económico, político, social y cultural en aquel país.

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El momento para rediseñar nuestras estrategias hacia esas comunidades adquiere un sentido de urgencia cuando hoy, el candidato Republicano a la presidencia, Donald Trump,  y otras voces desinformadas en Estados Unidos lesionan grave e impunemente la imagen de México y de los mexicanos en el aquél país, incluidos los 23 millones de ciudadanos estadounidenses de origen mexicano; y cuando, quien quiera que sea el ganador de la Oficina Oval, avizoramos cambios importantes – y no necesariamente favorables-  en la relación bilateral entre nuestros países. Ante esto, no debemos permanecer impasibles ni indiferentes. Menos aún si queremos contar nuevamente con el apoyo de esas comunidades al momento de una renegociación del TLCAN, o de cualquier otro acuerdo comercial.

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