Hace justo doscientos años nació uno de los escritores más brillantes de la literatura universal, el moscovita Fiódor Mijáilovich Dostoyevski, sin duda alguna, en sus múltiples obras, logró transmitir como ningún otro, todas las pasiones del alma humana, lo más sublime y lo más ruin; alegría, ansía, egoísmo, envidia, ira, miedo, odio, venganza; en general, todo lo que nos produce placer o dolor, no creo equivocarme al suponer que, cuando el novelista francés Léon Bloyd escribió, “El hombre alberga lugares en su pobre corazón que todavía no existen, y para que existan debe de entrar en ellos el dolor”, había dado vuelta a la última página de, por ejemplo, Humillados y Ofendidos.

 

Sin querer ser psicoanalista, me atrevería a sugerir que es muy probable, que en las páginas del gran Dostoyevski, se vean reflejadas experiencias de pasajes tormentosos de su vida, como cuando estuvo frente al pelotón de fusilamiento, salvándole el pellejo un oportuno pero siempre desafortunado, ataque de epilepsia. Inicialmente nadie habría pensado su futuro como escritor, ya que los 16 años, al morir su amada madre, y para alejarse de su padre, médico de profesión, y heredero de la más antigua nobleza polaca, pero borracho y brutal, fue a parar junto con uno de sus hermanos, a la Academia Militar Nikolayevsky en San Petersburgo, de la que solo él, se graduó como ingeniero, con el encargo militar de subteniente, pese a ello, el deceso de su padre, al haberlo deseado tantas veces, no dejó de hacerlo sentir como si fuera culpable, sensación que lo acompañó el resto de su vida. Como decíamos, su destino fue diferente al de las armas;

a fin de pagar una deuda, traduce la novela Eugenia Grandet de Honoré de Balzac, y ahí irrumpe su vena de escritor,

posterior a ello, con Pobres Gentes, inicia su majestuosa obra, la cual fue haciendo en entregas periódicas, dándole su primer éxito; en esos tiempos, se acerca a los nihilistas, negando toda creencia, especialmente de la moral y la religión, conceptos clásicos de los socialistas utópicos, que reinaban la época.

 

Esta afiliación, y promover una rebelión en contra del Zar, lo llevó a estar prisionero en Omsk, Siberia, durante cuatro largos años, donde se da el comentado episodio del frustrado fusilamiento, que pretendía cumplir la condena a muerte que pesaba en su persona, está experiencia la relata en su siguiente novela, El Recuerdo de la Casa de los Muertos, al salir de su cautiverio contrae nupcias en primer matrimonio con la viuda de un conocido, Maria Dmítriyevna Isáyeva, con ella, y ya en calidad de cristiano convencido, regresa a San Petersburgo, el nuevo escrito, lo vuelve a colocar en el gusto y la fama popular, al parecer el camino se recomponía, pero como cuando el diablo mete el cuerno, las cosas se descomponen, a su taller de escritura llegó Apollinaria Prokofyevna Suslova, con quien inicia una relación manceba, entre ella, las apuestas en la ruleta, los ataques de epilepsia, y la muerte de su esposa, y la de su hermano Mijaíl, de quien adoptó a sus cuatro hijos, provocaron un coctel que hizo que cayera en la ruina, y la depresión absoluta.

 

El inicio de la escritura del texto que lo encumbró, Crimen y Castigo, la cual realizó en entregas para la revista, el mensajero ruso; que reseña la historia del humilde joven Raskólnikov, quien después de asesinar a la usurera y a su hermanastra, es condenado a ocho años de cárcel, y solo es rescatado por el amor de su novia Sofía; le permitió ir saliendo de su pozo, increíble que está obra saque a alguien del abismo, aunque también contribuyó, el acercamiento que fue teniendo con su taquígrafa, posterior esposa y biógrafa, Anna Grigoryyevna Snitkina, a la que para cumplir el contrato agiotista que le habían impuesto los editores, en solo un mes le dictó la novela El Jugador, estos éxitos a él lo van revalorando, los dos escritos y El Idiota, lo ponen en la cima de la literatura rusa, de la que nunca jamás bajaría, si bien su obra máxima tardo en llegar, la espera súper valió la pena, Los Hermanos Karamázov,son la mejor pieza, hoja por hoja, del escritor de quien Albert Einstein dijo “Dostoyevski me da más que ningún otro científico”.

 

Alekséi, Dmitri, e Iván, todos Fiódorovich Karamázov, junto con su imbécil padre Pávlovich, dan vida a una trama por demás emocionante e interesante, en donde la disputa encarnizada por la herencia de la madre, especialmente entre uno de los vástagos y el progenitor, así como el amor de una dama, provocan nudos que solo desatan el amor, el asesinato, la avaricia, el dolor, el egoísmo, la envidia, la ira, el miedo, el odio, la venganza, pasiones propias de la verdad humana, pero que solo un escritor con la vida que tuvo Fiódor M. Dostoyevski, pudo plasmar para la posteridad y que llegara a nuestro días.

 

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