INICIA T-MEC

Después del proceso de renegociación que implicó el Tratado Trilateral de Libre Comercio entre Canadá, Estados Unidos, y México, que estuvo vigente desde 1994, además de sortear los cambios legislativos que implicó en los tres países, así como presiones de todo tipo, esta semana que termina, entró formalmente en operaciones, el nuevo acuerdo comercial entre los tres socios de Norteamérica.

 

El TTLC como se le conoció, tuvo su primera su primera renegociación, desde que fue firmado el 7 de octubre de 1992, en San Antonio, Texas, fungiendo como testigos de honor, Martin Brian Mulroney, George Herbert Walker Bush y Carlos Salinas de Gortari.

En aquellos años, había tantas dudas en el ambiente de los tres países, que las presiones provocaron que fuera signado de manera casi simultánea, por sus respectivos líderes, primero en Ottawa, cinco minutos después en Washington, y finalmente en México.

Es importante aclarar, que el acuerdo estaba pactado para no ser abierto solo en una de sus partes, sí como fue, se revisaba, tenía que ser en su totalidad, es por ello que, cuando a principios de este milenio se convinieron cláusulas sobre medio ambiente y derechos humanos, fueron anexos que se sumaron, pero no se integraron al contrato original, por ello es que, la que inició hace casi tres años, fue una renegociación total.

Los trabajos para tener un nuevo tratado, inicialmente se pactaron para siete rondas, la primera de ellas se llevó a cabo, en la capital estadounidense, en agosto de 2017, en ella se presentaron los negociadores principales, la canciller canadiense Christina Alexandra Freeland, el norteamericano Robert Emmet Lighthizer, nombrado como representante comercial para este proceso, y originalmente el secretario de economía mexicano Idelfonso Guajardo Villarreal, a quien sustituyó Jesús Seade Kuri, un experimentadísimo negociador comercial mexicano-libanes, (hoy candidato a presidir la Organización Mundial de Comercio), que se encargó del tema desde el triunfo electoral de Andrés Manuel López Obrador.

Por todos fue conocido que las negociaciones fueron, lo menos tortuosas para quienes las vivieron, Washington, la Ciudad de México, y Ottawa, fueron el escenario de momentos muy difíciles y en ocasiones de rupturas, como la de Canadá, que en un momento determinado se levantó de la mesa y amenazó con no regresar, si las demandas de Estados Unidos no menguaban, pero además, sí los comentarios muchas veces impertinentes del presidente norteamericano, no se moderaban, habrá que reconocer a la delegación mexicana, que en los últimos instantes, acordó digamos, lo que le tocaba, y que el país de la Flor de Maple, regresara y signara lo propio.

Se debe decir que, de forma acelerada  se cerró el capítulo, ya que el presidente electo de México había pedido no firmarlo, porque según él, es un instrumento del liberalismo, así, el 30 de noviembre de 2018 en Buenos Aires, Argentina, en su último acto de gobierno Enrique Peña Nieto, se sentó en la mesa con Donald John Trump, y Justin Pierre James Trudeau, y firmaron.

 

17 minutos, fue el tiempo que a los legisladores mexicanos les llevó analizar, discutir, y votar, el acuerdo comercial más importante del país

El 19 de junio de 2019, pero no contaban con la lideresa de la Cámara de Representantes Nancy Patricia D’Alesandro Pelosi, que lo tenía estancado y sin posibilidad de ratificarlo, hasta al menos pasada la elección presidencial de noviembre próximo, o que se cumplieran alguno caprichos que satisficieran, a los que considera serán sus próximos votantes.

¿Cuáles fueron estas modificaciones que se hicieron de manera inesperada y urgente?

Básicamente tres; Primero, México acepta que en un plazo de 10 y 7 años modificará, en la elaboración de los automóviles el porcentaje de aluminio y el acero respectivamente, para evitar que sean en gran parte, como hasta ahora sucedía, chinos, a cambio Estados Unidos acordó la disminución del apartado de exclusividad de 10 años en la producción de biomedicina, por la mitad del tiempo, lo que permitirá que los laboratorios de genéricos entren más rápido al mercado. Segundo, los estadounidenses amplían su cuota de aceptación de vehículos procedentes de México hasta un 2,6 millones de coches por año, sin arancel, en contraparte, se incrementa la regla de origen de los implementos de cada unidad, al pasar de 62.5 por ciento, hasta llegar al 75 por ciento, además el 40 por ciento de estos automóviles, deberán de producirse en armadoras que paguen un salario mínimo equivalente a 16 dólares la hora, para evitar que las empresas se relocalicen para aprovechar el bajo costo del salario mexicano. Tercero, reglas laborales, básicamente se acordó que México sería más estricto en la aplicación de las leyes que protegen al trabajador, y la búsqueda de aumentos salariales, especialmente en la industria de automotores, la regulación del outsurcing, y la independencia sindical, todo ello, regulado por paneles de expertos independientes.

El 12 de diciembre, en una discusión de 135 minutos, fue aprobado por el Senado mexicano, así la próxima semana en una polémica visita, en la que está pagando favores recibidos, el presidente mexicano viajará a Estados Unidos a dar el arranque protocolario a este convenio.

 

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