Oscar Delgado

 

Los gatos son milenarios y su existencia ha estado ligada a la historia universal, a las ciudades más exóticas y son de lejos la mascota preferida de cientos de gentes. Claro sin olvidar al perro, el mejor amigo del hombre, que hasta en la China, es muy apetecido gastronómicamente.

Estambul la capital de Turquía está llena de gatos. El gobierno determinó que se hicieran albergues específicos para ellos y distintas instalaciones de comida en la calle. Y además, tienen una cuenta en Instagram en la que se suben fotos de muchos de ellos y de posturas o cosas divertidas que hacen.

Pero no solo el gobierno de encarga de cuidar de estos animales. Muchas personas se dejan ver poniéndoles comida y agua y asegurándose que están bien.

Se les puede ver en escaparates de tiendas, en cafeterías ronroneando a los clientes y en las terrazas de los restaurantes persiguiendo a los camareros. Se les deja entrar prácticamente en todos los sitios porque forman parte del escenario de la ciudad y se han ganado el amor de todos.

Muchos fotógrafos intentan sacar las mejores instantáneas de los gatos y se han encontrado con enormes sorpresas. Uno de ellos afirma que los gatos son capaces de llegar donde nosotros no podemos. Al meter el objetivo de la cámara, se encontró con el interior de un edificio que nunca antes había visto. Parece que los felinos que viven en la ciudad de los gatos tienen muchos secretos que descubrir.

La ciudad de Kuching, en el estado de Sarawak en Malasia, está llena de gatos. Hay gatos por todas partes: en la acera, en las señales de tráfico, en los parques, en los tejados. Bueno, como en casi todas las ciudades del mundo, si no fuera por un pequeño detalle: la mayoría de la población felina de Kuching no está formada por animales de carne y hueso sino en forma de estatuas y esculturas. ¿Por qué?

Pues porque los habitantes de Kuching están literalmente obsesionados por estos pequeños animales domésticos. De hecho, muchos creen el nombre de la ciudad deriva de la palabra malaya kucing, que significa “gato”, aunque según otra teoría menos romántica y probablemente más creíble hace derivar el topónimo de la palabra china Cochin, que significa “puerto”. Cada uno que elija la opción que más le guste.

El estado de Sarawak formó en el pasado parte del Sultanato de Brunei, que lo cedió hace unos 200 años a un aventurero británico llamado James Brooke. Sus sucesores gobernaron esta pequeña ciudad-estado hasta la invasión japonesa de 1941. Según la leyenda, cuando Brooke puso el pie por primera vez en Kuching preguntó a uno de sus habitantes por el nombre de la ciudad, señalando en dirección a una fuente donde había la escultura de un gato. El paisano respondió “kucing”, como diciendo: “eso es un gato, noble extranjero”. La confusión dio lugar al equívoco nombre de la ciudad.

Sea esta anécdota real o inventada, lo cierto es que cualquier turista en su paseo por Kuching se sorprenderá por la cantidad de esculturas de gatos que adornan las calles y los edificios. No podía faltar en esta ciudad un Museo del Gato, en el que se exhiben  más de 4.000 objetos artísticos que representan a gatos o que de algún modo están vinculados al universo de estos pequeños felinos, incluyendo un gato momificado hallado en un enterramiento del Antiguo Egipto.

Así que los gatos no solo tienen siete vidas, han estado toda la vida. Una situación poco amigable para el amigo ratón, que no se ha podido librar de su eterno verdugo.

 

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