Oscar Delgado

 

Yo soy Beto el Oso, osO  al derecho y al revés. Antes me llamaba ´´nabuco´´.

Hasta hace pocos días estaba viviendo en la vitrina de un almacén de la ciudad, que compartía con otros amigos y 3 conejos.

Llevaba mucho tiempo allí viendo como día tras día compraban a mis amigos y lo llevaban a vivir en un hogar lleno de niños.

No sé qué pasa, le decía a mi amigo el conejo Lorenzo. Todos me miran y se van, no me quieren. No te aflijas mi amigo, debe ser que tu nombre, ´´ Nabuco´´, es muy difícil de recordar, deberías cambiártelo, nosotros te ayudaremos. Pero que tiene mi nombre, a mí me gusta. Sí, pero la gente no lo recuerda.

Los conejitos, jugaban en la noche corriendo por toda la tienda, disfrazándose de cuanto personaje imaginaban, usando la ropa de la sección de hombres y niños. Pero yo seguía muy triste.

Pasaron los días y ya se acercaba mitad de año. La señora de las vitrinas, llegaba a revolucionar todo, me sacaba y me ubicaba en otra estantería. Allí ya no tenía a mis amigos, además ellos ya estaban viviendo en hogares calentando y adornando las camas de los niños que los consentían.

Pero mi amigo conejo seguía en el almacén e insistía en mi nuevo nombre: Beto te deberías llamar, es corto, sonoro y da fácil recordación.

 

“Tienes razón,” dijo Nabuco, mientras cerraba los ojos y se disponía a dormir. “Es agradable.”

Y así fue como me llamo Beto para abreviar.

“Apuesto a que alguien va a llegar y te comprará mañana”, la dependiente fue a buscar un rotulador negro del departamento de papelería y debajo de  Nabuco , escribió Beto.

Nadie compró a Beto ese día, ni al día siguiente. Ni ningún día después de ese.

De hecho, a lo largo de todo ese año, que fue  muy largo para él, nadie se lo llevó a casa para amarlo y  abrazarlo. Y quería tanto ser abrazado que a veces pensaba que no podía soportarlo más. Porque, por supuesto, ningún abrazo es demasiado grande para un oso de peluche.

Ya se acercaba nuevamente la hora de la Navidad .Y los adornos y las luces estaban decorando el almacén. Los compradores estaban todos muy contentos, con bufandas y guantes de colores alegres. Pero todavía nadie compró a Beto, que se sentía extraordinariamente triste y solo, sentado por encima de las tarjetas de Navidad y papel de empacar. Es mi nombre, decidió con tristeza, y una lágrima rodó por su mejilla peluda. Ojalá me llamara otra cosa que Nabuco

Entonces, una noche muy helada, cuando las estrellas brillaban en el cielo nocturno y copos de nieve danzaban delante de las ventanas, un niño y su padre entraron en la tienda.

El niño envolvió con sus brazos al osito y le acarició la piel suave, los dos se amaron desde ese mismo momento.

Papá, ¿puedo tenerlo para Navidad?” -le preguntó, esperanzado. Y cuando su padre dijo que sí, bailó alrededor de la tienda con Beto, casi chocando con otros compradores mientras lo hacía.

El  oso no recordaba haberse sentido tan feliz antes. De hecho, se sentía tan repleto de alegría, que pensaba que podría estallar. Iba a un nuevo hogar. Y él sabía que este niño, sería su mejor amigo para siempre.

Entonces Gonza le dio un abrazo tan grande que lo dejó sin respiración. Pero, por supuesto, a Beto no le importaba. Debido a que ningún abrazo es demasiado grande para un oso de peluche.

Tengo mi nuevo hogar, con amor y cariño de una familia. La sorpresa era que viajaríamos a Roma la ciudad del amoR, también al derecho y al revés.

Nunca desesperes cuando lo que sueñas no llega pronto. Cada suceso tiene su tiempo, no hay que forzar nada, la esperanza y seguridad te dará fuerza y autoestima.

 

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