Llovía con furia, con odio; como si el cielo hubiera jurado ahogar la tierra. Los relámpagos iluminaban constantemente la noche compitiendo con el letrero neón  que intermitentemente inundaba con luz el interior del local.

En un extremo de la barra, uno de los últimos clientes que a pesar de la tormenta habían salido de sus agujeros para refugiarse en este otro, bebía un whiskey con hielo.

 

  • ¡Búscala si tanto la extrañas – le dijo el barman
  • Ya lo hice, ¡Es inútil! – respondió el cliente con la vista en su vaso.
  • ¡No puedo recordar en dónde la enterré! –

 

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