Cuando finaliza un evento, cualquier evento con el que nos hemos creado expectativas para llenar durante el tiempo de duración del mismo, hacemos un alto en el sendero que andamos día a día, y miramos todo el transcurrir de ese episodio buscando a ver si se dio lo que nos trazamos al inicio. Si alcanzamos a verlas intactas, dibujamos una mueca de pesar, pues nos damos cuenta de que no pudimos lograr lo propuesto, por lo que las mismas no fueron satisfechas. Esto, lamentablemente, se cumple en un alto porcentaje. Algunas veces nos detenemos a analizar las causas por las cuales no cristalizaron. Desde luego, si eso nos incumbe directamente y estaba en nosotros influir en su desarrollo, porque si éramos simples espectadores de lo que fue desenvolviéndose frente a uno, no nos queda nada más por hacer y sin volver la vista atrás, seguimos nuestro andar. No era para uno, no estaba programado, por decirlo en el argot moderno, aun cuando suene impersonal,  carente de  emociones que tanto influyen en el ánimo con que salimos a chocar la vida.

 

Sin embargo, no por ello dejaremos de abrigar sueños para alcanzar, ni sembraremos ilusiones que no estén bien fundamentadas, porque esa luz que envuelve las expectativas ante un futuro que se nos muestra en el horizonte debe ser lo último que se apague en el trajín del diario acontecer. Acaso estas reflexiones del día a día deben ser lo que pudiera diferenciarnos del común de nuestra especie, de aquellos que no se plantean una meta diaria por cumplir, No obstante, entregarnos ante la inmensidad del universo sin otro sentido que el de vivir como autómatas lo que se nos da con la llegada de un nuevo día, es un limitante tan cruel que a quienes tratamos de ver un poco más allá, nos quita las ganas de seguir y nos poda la enramada de ilusiones que entreteje nuestro árbol de crecimiento personal. No hay nada más reconfortante que ver el desarrollo de un árbol, cuando despliega su fronda hacia el cielo, como diciendo: heme aquí, buscando la luz de la vida.

 

Así que, no podemos dejar de tejer las expectativas que se forman al renovar los sueños, no podemos dejar de creer que debe haber algo para nosotros al final del sendero, que aquello que nos espera, debe ser para alegrarnos, para sonreír y para decirnos que hay para cada uno un propósito que nos colmará de dicha y satisfacción y bien pudiera estar guiada por la estrella que tenemos prometida en la vastedad del universo. Y es que la gran mayoría del género humano siempre anda en busca de esa estrella, afortunadamente. Sin importar que en muchas ocasiones sintamos que la nuestra en particular se haya perdido en la noche más oscura y pudiera andar errante, siguiendo un rumbo errado y sin posibilidades ya de encontrarnos. Pero podríamos pensar que ella también nos busca, pues a toda estrella, como regalo del Creador, se le asigna un humano, un árbol y un animal a los cuales cuidar y guiar. Eso quiero pensar, eso quiero creer.

 

 

¿Y qué pasaría si logramos encontrarnos al unísono ¿ qué pasaría si logramos sincronizarnos de tal manera que converjamos en un solo sentido y hacia una misma dirección y sepamos al vernos que éramos lo que esperábamos, uno descargando las expectativas, la otra, la estrella, a lo lejos, emitiendo guiños luminosos?  Debe ser como la explosión de una supernova, destellando fuegos artificiales y derramando llanto de alegría e irradiando chispazos de felicidad. Por ello, no debemos perder la esperanza de encontrar la que está destinada para nosotros  ni dejar de renovar los sueños ni la creencia de que estamos inmersos en un mundo maravilloso, como dice la canción. Esa estrella tampoco debe perder la esperanza ni las expectativas por encontrarnos, porque debe ser mágico vivir esa experiencia que es, además, el verdadero sueño que se nos ha reservado a cada uno. Tal vez así sí tendría sentido la presencia nuestra en todo ese infinito espacio sideral, huérfano de habitantes que lo pueblen.

¿Y qué nos daría esa estrella?, ¿qué fortaleza nos transmitiría que nos lleve a renovar sueños por alcanzar? Tal vez, la creencia en nuestros valores que sin duda llevamos y que por razones o sin ellas, propias de la vida diaria, dejamos de lado o arrojamos a un cesto de desechos. Ahora, cuando el avance inexorable hacia el final de la vida nos lleva a mirar hacia atrás y tropezamos aquellos episodios que pudimos haber enfrentado de otra manera, nos oprime una nostalgia  que nos dice que la vida es una sola oportunidad y luego viene el trabajo del viento con su soplo sostenido, borrando lo que ayer fuimos.  Y me pregunto ¿Será que mi estrella pasó de largo y no alcanzamos a vernos? Eso no lo sé, pero ¿Saben algo?, siempre andaré buscándola y… ella a mí. Y ¿Quién sabe si este año que recién está comenzando a rodar, pudiera darse, finalmente, ese encuentro? Eso sí que  sería un buen deseo para cumplirse Esperemos que así sea.

 

 

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