Ya desplegaba él, de forma tan inconfundible varios estados emocionales, y abría de forma incesante sus sorprendidos parpados, cariñosamente arropado por la oscuridad de la noche, bajo una soberbia e inescrutable cúpula del infinito cielo… era como si fuera un alegórico telescopio Rayo-X, que era capaz de desvendar todo el misterio del Universo, incluso de los aglutinantes agujeros negros, con una resolución sin precedentes, y que permitía comprender mejor toda la evolución del cosmos,  detectando la existencia de un [exo]planeta fuera de nuestro sistema solar, que había supuesto un largo trabajo, pues solo ha podido ser encontrado de forma indirecta, con el llamado método de radio, velocidad, cuya gravedad del susodicho [exo]planeta, provocaba unas pequeñas modificaciones en la órbita de la estrella alrededor de la cual giraba, en la inhóspita profundidad situado más allá de nuestro sistema solar.

Y los potentísimos  telescopios, podrían medir estos diminutos cambios en la longitud de onda, confirmando así la existencia de un [exo]planeta y si el mismo   tuviera las condiciones idóneas para poder albergar cualquier tipo de vida. Susodicho planeta llamado Gliese 667 Cc, tardaba 28 días en girar alrededor de su propia estrella, y la distancia existente entre ambos era la óptima, para que hubiera un clima moderado, significando que el agua pudiera ser liquida y que la temperatura de la superficie de ese [exo]planeta,  sería muy similar al de la Tierra.

El planeta Gliese 667Cc estaba a 22 años luz de nuestro planeta Gaya y de forma colateral, curioseando en el planeta Marte, los expertos de la Nasa acababan de ubicar a 6,5 quilómetros del Monte Sharp, su avanzado todoterreno llamado “Curiosity”, un sofisticado laboratorio rodante, habiendo sido una hazaña sin precedentes en la historia de la exploración planetaria, cuyas imágenes del planeta Marte que se iban enviando hacia la Tierra eran de una nitidez increíble… era como si él estuviera en su hogar terrícola, no obstante, el robot Curiosity había hecho un alucinante viaje de 276.000 millones de quilómetros, posándose en el planeta rojo a través de un intrépido aterrizaje de ocho minutos.

Miraba él fijamente, a las estrellas, a las constelaciones y a los cúmulos celestes, donde todos ellos brillaban rutilantemente en la franja lechosa de tinte blanco de la espiral Vía Láctea,  “una cósmica obra de arte en movimiento”.  El cielo nocturno de la mágica Capadocia, era demasiado claro debido al índice de humedad prácticamente nulo en verano  pudiéndose así observar la bóveda celeste en condiciones excepcionales.

Recuperar en nosotros toda la riqueza de los símbolos y de los mitos, ayudaba a no perder del todo y de forma irreparable una parte de nuestra humanidad, que la civilización de las maquinas estaba destruyendo lentamente (…)  De aquella fantástica vez, bajo el movimiento de precesión de la Tierra  había buena resolución, para que en el insondable mapa celeste, pudiera él presentir a la galaxia de Andrómeda o M31 y M32, también unas de las estrellas del cuadrado de Pegaso la δ y también la α de Andrómeda que partiendo de aquí se extendía hacia el Este, donde  en esta constelación se encontraba la gran galaxia M31,  que se podía contemplar como pequeño copo de algodón, donde resultaba emocionante pensar que estaba a dos millones de años luz y que era bastante más grande que nuestra propia galaxia,  calificada como el objeto a simple vista más alejado de la propia Tierra.

Situada a casi tres millones de años luz, según los cálculos obtenidos a través de exacta computación, al medir con gran precisión la velocidad y el desplazamiento de la galaxia Andrómeda, una galaxia vecina y gemela de la nuestra propia galaxia Vía Láctea, con forma de mancha alargada,  siendo el objeto más lejano visible a simple vista (en otoño) situada a 2,2 millones de años luz, donde todo el colosal conjunto de unas 300.000 millones de estrellas de la Vía Láctea incluido nuestro resplandeciente Sol, acabarán chocando frontalmente, interaccionando, de lado, a 400.000 km por hora con la vecina galaxia de Andrómeda, una galaxia espiral con aproximadamente 200000 años luz y como resultado de esta gigantesca colisión, ambas acabarán fusionadas en una sola galaxia, ocurriendo, tal vez, dentro 4.000 millones de años, aproximándose, una hacia la otra, por la mutua atracción gravitatoria, que iba ejerciendo la tan hermética materia oscura.

Y los mismos astrónomos, habían llegado a la conclusión que tras la monumental colisión, pasarán otros 2.000 millones de años, hasta que se fundirían las dos galaxias de forma elíptica, creando así un núcleo único galáctico (…) en la eterna Metáfora del Caos Universal”, donde, inexpugnablemente, todo nace, vive y se muere en un eterno proceso cíclico. Y colmando su ensanchada alma, de tanta serenidad, ya husmeaba gratamente con la retina de sus tan curiosos ojos, como si fuese un cirio de la tierra, siempre en buen rango visible con que le iba llegando la centellante luz procedente de la descomunal e inflacionaria bóveda celeste.

Todo este sobrecogedor espectáculo cósmico, hacía que su propia conciencia, levitara todavía más, para poder gravitar en el tórrido influjo de su tan rica imaginación, todo un vistoso caleidoscopio de incandescentes metáforas, metonimias, sinécdoques, fluyendo, refluyendo, en alegóricos relatos, inspirados por las simbólicas  musas de la floreciente creatividad peregrina, de tan sanadoras palabras y transcendida luz domada.

Y continuaba, él dando énfasis a su corto relato, como un bosquejo escribía: “  Se adueñaba, paulatinamente, de toda aquella embriagadora atmósfera minimalista, plagada de muy gráciles sensaciones, (…) donde todos los contrastes,  se iban tornando cada vez más tamizados, dando origen a tan refinadas e idílicas “formas”, que se iban despuntando de forma tan primigenia a la vívida vida, que era espera y su espera era el camino mismo (…) cuyo principio fundamental se basaba en el máximo concepto minimalista, donde simbólicamente decía que “menos era más”.

Era como si, alegóricamente él si fuera él “perdiendo”, en hiperbólico laberinto, a través de un sinuoso recurrido, iba rodeando lentamente cómo vívido poeta y un exaltado performer, al majestuoso Erciyas Dagi, la montaña blanca, unas veces haciendo zigzag, siendo de aquella vez un observador inquieto y frágil, porque el camino de uno mismo a través de los inmensos avatares de la vida, casi siempre serpenteaba, pues se subía, unas veces, se bajaba en otras ocasiones o entonces se paraba tantísimas veces, para averiguar la salida más airosa, y después se seguía buscando, (…) era el preludio de las vicisitudes terrenales, el dolor doliente donde el súmmum de todas sus horas era poder deletrear el sonido del silencio, con su corazón latiendo cómo vivo sentimiento, en el éxtasis de poder vislumbrar nuevas y ensoñadoras percepciones sensoriales.

Hechas por el constante bullir del conectivo pensamiento, en su incesante turbulencia sináptica y emocional, que se organizaba de forma geométrica y era tan elegantemente simple, teniendo sus cinco sentidos en permanente estado de alerta, porque era una conquista que tenía que ser llevada a cabo, para poder sentir y poder palpar su “yo” más veraz y, que colosalmente fuera el más profundo haz de luz curativa, signo ya de Dios que guía al alma de la terrorífica oscuridad a la rutilante luz (…)  donde posiblemente  todas las variaciones acerca de un mismo tema contribuyeran a reforzar sus interrogantes, por eso ansiaba siempre cobijarse bajo el rico manto de la dichosa reflexión, para que le pudiera conferir nuevos sentidos de intrincada y sinuosa perspectiva, a través de fulgurantes puntos de fuga.

 

Sigue leyendo a José Manuel da Rocha

No Hay Más Artículos