Esta semana que termina México cumplió 200 años de haber culminado la lucha por su independencia, en donde hombres y mujeres, nacionales y extranjeros que compartían ideales, brindaron su mayor esfuerzo y tesón, por lograr que este país del que hoy gozamos, arribara a una vida soberana, que hay que decirlo, no siempre para la inmensa mayoría de los que lo habitamos, ha sido la mejor; pero además, queda para mí la convicción, que no fue la intensión original de los llamados patriotas de 1810, la libertad absoluta, más bien, fue una suma de circunstancias y, probablemente no sea exageración decir, que la buena fortuna e intereses de las clases ricas movieron las fichas que como en domino fueron cayendo, hasta el 27 de septiembre de 1821.

El 16 de septiembre de 1810, Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo y Costilla Gallaga Mendante y Villaseñor (Con ese nombre, no le quedaba más que ser cura liberal), arenga desde el atrio de la iglesia del pueblo de Dolores, el inicio de la lucha por la independencia de México, que no debemos olvidar que en ese entonces era desde la alta California y Texas, hasta lo que hoy es Costa Rica, diciendo; “¡Viva la religión!, ¡Viva nuestra madre santísima de Guadalupe!, ¡Viva Fernando VII!, ¡Viva la América y muera el mal gobierno!”, a lo que el pueblo respondió: “¡Viva la Virgen de Guadalupe, y mueran los gachupines!”, nos muestra los deseos de hacer un cambio de régimen social, sí, pero en el que ahora los castizos y los mestizos, tuvieran el papel preponderante que los españoles les habían negado hasta ese momento, las alabanzas al Rey de España, y no capitalizar el triunfo de Monte de las Cruces, cuando tenía la Capital de la Colonia a pocos kilómetros, prácticamente a su merced, desoyendo el consejo de su jefe militar Ignacio José de Jesús Pedro Regalado de Allende y Unzaga, y en vez de hacerse con la victoria que era lo que lógicamente todo mundo esperaría, emprende la retirada hacia Guadalajara, y de ahí a la muerte en Chihuahua.

Va a ser el también sacerdote liberal, José María Teclo Morelos Pavón y Pérez, el verdadero propulsor de la independencia, cuando convoca el Congreso de Anáhuac que se llevó a cabo en Chilpancingo en 1813, en la sesión inaugural dio a conocer sus postulados de lo que pensaba debería de ser el país, contundente, maravilloso, “1° América es libre independientemente de España y de toda otra nación, 2° La religión católica será la única, sin tolerancia, 5° Que la soberanía dimana inmediatamente del pueblo, 6° Que los poderes legislativo, ejecutivo y judicial estén divididos, 10° Que no se admitan extranjeros, si no son artesanos capaces de instruir, 13° Que las leyes generales comprendan a todos, sin excepción de cuerpos privilegiados, 15° La esclavitud queda proscrita para siempre, lo mismo la distinción de castas, quedando todos iguales, y solo distinguirá a uno de otro, el vicio o la virtud, 17° A cada uno se le guarden sus propiedades, y respete su casa como un asilo sagrado, 18° En la legislación no se permite la tortura”.

La vida de Morelos y Pavón terminó en diciembre de 1815, desde ese momento, Vicente Ramón Guerrero Saldaña quien había sido comisionado por el michoacano para incursionar en el sur, con un solo hombre, comenzó a trabajar en lo que hoy conoceríamos como una estrategia de guerrilla, azoló todo el sur del actual país, especialmente el estado que hoy lleva su nombre, cuando la mayoría de los jefes revolucionarios desertaron y dejaron las armas, él creó una verdadera Resistencia, logró tener suficientes hombres para fundar el regimiento San Fernando, si bien se tejen mitos y fantasías como la famosa frase “señores, este es mi padre, ha venido a ofrecerme el perdón de los españoles, y un trabajo de General español. Yo siempre lo he respetado, pero la patria es primero”, que ahora se sabe un historiador que posteriormente traicionó el país con la fundación de Texas como nación, dice, se lo dijo en confidencia (Plop), una lástima suena tan bonita.

Lo cierto es que el mulato tlixteco, que llegó a a poner en jaque a los principales jefes realistas, a principios de 1821 contaba con un ejército que conocía como nadie el campo de batalla, pero reducido; conocedor de ello, ahí mueve ficha Agustín Cosme Damián de Iturbide y Arámburu, quien había nacido en Valladolid (Morelia), y otorgando la libertad de varios de los compañeros del caudillo del sur, y posterior a un dialogo epistolar, acuerdan reunirse en Acatempan, poblado cercano a Chilpancingo, a dicho encuentro sólo llega Agustín de Iturbide, y José Figueroa representante de Vicente Guerrero, por lo que no hubo abrazo, pero si selló la alianza, y la formulación del Plan de Iguala, que da patria a los mexicanos, se conforma el ejercito que garantizaba la Religión, la Unión, y la Independencia. Con la pacificación del sureño, se consolida el triunfo de los hijos de los españoles.

 

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