El 28 de julio de 2016 cuando tomó protesta como Presidente del Perú el banquero estudiado en Oxford y Princeton, Pedro Pablo Kuczynski Godard, nada hacía suponer que antes de terminar su mandato de cinco años, fuera relevado poco después de cumplir año y medio de gobierno, y hoy estar en arresto domiciliario, con lo que el país iniciaría una debacle política que, al día es de pronóstico reservado.

Al economista fue sustituido por su vicepresidente, graduado de la universidad nacional de ingeniería Martín Alberto Vizcarra Cornejo, quien después de un periodo similar al de su antecesor, le fue cobrada la factura política y declarado por el Congreso con “incapacidad moral permanente” para gobernar, por lo que fue defenestrado y lo suplió durante cinco días el agrónomo de Piura, Manuel Arturo Merino de Lama, quien hasta ese momento se desempeñaba como líder de los Diputados, pero la presión social, lo hizo dejar el cargo y entregarlo a otro ingeniero, un peruano-costarricense

Francisco Rafael Sagasti Hochhausler, que se supone y sólo eso, gobernará hasta entregar el poder a quien resulte ganador en las elecciones en abril de 2021,

sin embargo todo parece indicar, que si alguien tiene que aclarar muchas cosas, en este san quintín, es quien fue la primera dama de finales del milenio, Keiko Sofía Fujimori Higuchi.

La verdad de las cosas es que, desde marzo de 2018, cuando Martín Vizcarra asumió el cargo, se supo que llegaba sin fuerza política, y mucho menos con respaldo social, que en estos casos sirve, y mucho, porque a pesar de haber sido gobernador del departamento de Moquegua, y en ese momento ser el vicepresidente de la nación, se encontraba en Ottawa, Canadá, ejerciendo el cargo de Embajador de su país, que para alejarlo de la arena política nacional lo habían designado, por lo que le tocaba construir su legitimidad para asirse del poder, y así enfrentar en la Cámara de Diputados a la mayoría fujimorista, lo que eviden*temente le falló, por lo que acusado, sin haberse comprobado aún, de recibir sobornos cuando fue gobernador, del club de la construcción por un monto de 634,000 dólares, el Congreso lo declaró incapaz moralmente de gobernar, dice no pedirá asilo en ninguna sede diplomática.

Lamentablemente estas situaciones de polarización política siempre invariablemente pegan al desarrollo económico,

la inversión nacional y sobre todo la extranjera dejan de fluir en las cantidades necesarias, sino es que llegan a frenarse, hasta que hay un panorama social claro que dé certeza al empresariado, muy malo para una nación que había sumado diez años creciendo notablemente, el año pasado fue el peor y reflejó 2.16 por ciento hacia arriba, por ejemplo ese mismo año México tuvo un decrecimiento de -0.1 por ciento, si a esto le sumamos la situación mundial producto de la pandemia de CIVID19 que contraerá el crecimiento mundial, la verdad de las cosas es que el panorama no pinta nada favorable, los datos más recientes reflejan para el tercer trimestre una caída del Producto Interno Bruto peruano cercana al 10 por ciento, Francisco Sagasti mucho hará si cumple su promesa de toma de protesta, de llegar sin sobresaltos a la convocatoria electoral de abril, no se le puede pedir mucho, quien sea que resulte electo en seis meses, tendrá que buscar la recuperación económica y la concordia social, que le permita retomar el rumbo de mejoría a los más de 30 millones de habitantes del país inca.

Indudablemente que para ser Presidente de Perú debes de ser masoquista y gustarte la flagelación pública,

son algo así como amantes de la lapidación medieval, o al menos tener unas ansias locas por querer estar en la cárcel; entre 1985 y 1990, y de 2006 a 2011, gobernó el abogado Alán Gabriel Ludwig García Pérez, la primera ocasión encarcelado y la segunda se suicidó, cuando iba a ser detenido por la policía; la década de los noventa fue del agrónomo Alberto Kenya Fujimori Inomoto, quien pasó largas temporadas posteriores a sus mandatos encarcelado, y merecidísimamente vapuleado; preso en Estados Unidos esperando ser extraditado, se encuentra economista Alejandro Celestino Toledo Manrique, quien dirigió el país entre 2001 y 2006; posteriormente el fascista militar Ollanta Moisés Humala Tasso fue líder nacional entre 2011 y 2016, hoy en prisión domiciliaria, en espera como su sucesor, de juicio. Ósea en los últimos 35 años todos a la sombra, usted dirá.

 

 

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