La pandemia provocada por el Coronavirus Disease 2019 (COVID-19), nos ha revelado muchas, demasiadas cosas, por ejemplo, que tenemos que reaprender a convivir como sociedad, especialmente con nuestros seres más cercanos, que las soberanías de los estados ya son prácticamente un mito, que la economía y la finanzas son verdaderamente mundiales, y que por más alejado que esté un país o nación, estamos literalmente dentro de lo que el canadiense Herbert Marshall McLuhan llamó a finales de la década de los sesenta del siglo pasado, la “Aldea Global “.

Otras cosas interesantes, que si bien ya se notaban, se confirmaron, es que las organizaciones sociales o mejor dicho, que la sociedad misma, sola, sin líderes, se sobrepone a los liderazgos fallidos, y que cuando los organismos o gobiernos, no responden a los requerimientos de la gente, las personas toman las medidas necesarias para impulsar acciones y actividades que solventen emergencias, protegerse, o arrebaten espacios a los poderes establecidos.

Así podemos contabilizar las luchas por la igualdad de género, contra la discriminación racial, que datan de hace un siglo y más; en México en el terremoto de 1985, cuando la ciudadanía organizó los rescates, alimentación y sanación de los afectados por el sismo, ante un gobierno petrificado; mucho más reciente es el caso de la joven sueca Greta Tintin Eleonora Ernman Thunberg, quien movilizó al mundo arrancando a los jefes de gobierno concesiones, que parecía imposible tener en favor del medio ambiente.

La tónica es pues, la falta de liderazgos, pero no de los que ganan una elección y con el poder del Estado imponen su voluntad, sino líderes que, únicamente su presencia, a veces solo con su voz, son escuchados y resuelven problemas de multitudes, personas con la prosapia y garantía probada de lo que hacen y dicen es concordante con ellos y con las necesidades sociales del momento, por ello, hoy considero, es bueno recordar que hace 55 años, murió Winston Leonard Spencer Churchill.

Nuestro personaje nació en una de las familias de mayor abolengo del Reino Unido, descendiente del Duque de Marlborough, John Churchill, quien por sus servicios a la corona, especialmente en las guerras franco-holandesa, Bahía de Hudson, y de la sucesión española, le fue otorgado el título, como datos curiosos del duque, la canción “Mambrú se fue a la Guerra”, fue compuesta para él, y el grandioso Gabriel José de la Concordia García Márquez, lo inscribe como instructor del coronel Aureliano Buendía, un personaje pues, debido a sus logros, la reina Ana Estuardo le regaló el Palacio de Blenheim, en Oxfordshire, hoy patrimonio de la humanidad, en tan majestuoso recinto, Winston Churchill vio la luz en 1874.

Escritor (Premio Nobel 1953), estadista, historiador, militar, periodista, pintor, y político, en todas esas actividades destacando notablemente, logró ser dos veces Primer Ministro de su país, en la primera ocasión enfrentó la Segunda Guerra Mundial y sin duda, un pilar de la resistencia aliada en contra de los nazis, y en la segunda oportunidad, le tocó consolidar el arranque de una economía aún desbastada por la guerra, influir en la preparación de la joven reina, y sin duda lo más importante, poner las bases para que su nación sea la potencia internacional que hoy es.

De ninguna manera, nunca debemos pensar que fue un hombre infalible, falló y mucho, coqueteó con el fascismo italiano, la política alimenticia que implementó contra La India, costó a la nación asiática millones de muertes, evaluó de forma pésima la contingencia ambiental de Londres muriendo gente, y podemos seguir diciendo que era un bebedor y fumador empedernido, y más.

Sin embargo, como escribíamos en un principio era un líder nato, en una época en que la sociedad podía enterarse de sus guías, casi exclusivamente viéndolos en persona, o escuchándolos por radio, Winston Churchill hablaba a los habitantes del Reino Unido y les decía lo que iba a pasar, y lo que se dejaría de hacer, lo más importante era que se cumplía, para bien o para mal, aún y cuando se perdiera el poder político, como sucedió, pero la gente sabía que tenía una directriz, que la persona que estaba frente a ellos o en los megáfonos era confiable, que no habría dudas en las toma de decisiones, y que el timón lo tenía un hombre de mano firme, no de politiquería, que todo al final sería para el bienestar de la sociedad.

Con uno igual en estos tiempos, no se necesitaría más, el Premio Nobel cuando le fue otorgado, se le dijo de él, que le era entregado “por su dominio de las descripciones bibliográficas e históricas, así como por su brillante oratoria en defensa de los valores humanos exaltados”.

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