Si leer literatura de ficción desarrolla la empatía y nos convierte en personas con mayor sensibilidad. ¿Qué ocurriría si en lugar de ser lectores nos transformamos en escritores?

Y no me refiero a producir una obra de arte literaria; sino escribir para liberar una carga emocional.

El psicólogo estadounidense Ira Progoff, a mediados de los sesenta, desarrolló un método de auto-exploración y expresión personal basado en la escritura para el crecimiento y el desarrollo personal.

La misión liberadora de la escritura

La misión liberadora de la escritura

La escritura, con una función terapéutica, nos ayuda a mejorar los procesos mentales. Movilizar los sentimientos, hace que los pensamientos se enlacen con las emociones, produciendo cambios en nuestro interior.

Simplemente, escribir sin pensar en la forma. Se trata de abrir una especie de caja de Pandora, liberando demonios y fantasmas para transformarlos en palabras. Cada recuerdo cobra vida, y así podremos plantarle cara y evitar que nuestros males se esparzan por el universo.

Tal vez, solo debemos hablar de escritura terapéutica cuando es guiada por un profesional. Sin embargo, en el ámbito personal, es una excelente herramienta de expresión y reflexión. Lo cierto es que está siempre al alcance de todos y cada uno de nosotros.

Hace poco escribí una pequeña reflexión a la que titulé:

La hermana del medio.

Una difícil tarea impuesta por el destino. No brillas con las expectativas de la primera, ni tienes la gracia de la última. Solo estás en el medio.

Cuando estas aburrida y buscas a tu hermana mayor para jugar.

—¡Niña! ¿Quieres dejarme en paz?, estoy estudiando.

Y a lo lejos escucha la voz de tu madre diciendo:

—Cariño, deja a tu hermana que está ocupada.

Si pretendes jugar con la menor, hacerle alguna maldad similar a las que has recibido.

—¡Pero bueno! ¿No comprendes que es más pequeña?

No hay nada que hacer, así es la vida.  Te conviertes en la pieza de un puzzle, te empapas en celos y te haces adicta a la soledad. Formas parte de un todo, pero no encajas en nada.

Lo que sí sé con seguridad. ¡Nunca tendré una hija del medio!

 

En ocasiones, y que quede claro que solo en muy pocas ocasiones, me da por pensar que si hubiese escrito sobre mis sentimientos hace algunos años, hoy no viviría a once mil kilómetros de mi familia y mi hija tendría una hermana del medio.

 

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