El canto de las dunas

El canto de las dunas


La inmensidad nos engulló
. El silencio nos hacía daño en los oídos. Concentrados en el caminar cadencioso de nuestros dromedarios, escuchamos a lo lejos el canto de las dunas que pronunciaban nuestros nombres. Nos sentimos tan pequeños y tan grandes como el Djinn de una lámpara maravillosa. La arena danzaba, mientras el sol se acurrucaba en el horizonte. El cielo se tornó de colores imposibles y el sol se convirtió en una enorme bola anaranjada para recordarnos todo su poder antes de verlo desaparecer, engullido por las dormidas dunas. Cerramos los ojos y nos dejamos arrastrar con él. Entonces, muy despacio emprendimos el regreso. Al suave ritmo de nuestras monturas fuimos descubriendo secretos escondidos hasta entonces en nuestras almas. De repente fue como si el verdadero mundo se exhibiera ante nosotros. Pobres de nosotros que creíamos conocerlo mejor que nadie…

La inmensidad nos engulló. El silencio  nos hacía daño en los oídos. Concentrados en el caminar cadencioso de nuestros dromedarios, escuchamos a lo lejos el canto de las dunas que pronunciaban nuestros nombres. Nos sentimos tan pequeños y  tan grandes…

Nunca antes nos habíamos sentido  atrapados y  libres a la vez. El sueño y la realidad se mezclaban con el viento y la arena que nos golpeaba el rostro. Todo nuestro mundo parecía desvanecerse tras un finísimo velo dorado, y uno nuevo emergía ante nosotros, de entre los brazos de una tormenta de arena, desafiando todo lo aprendido y todo lo vivido hasta ahora.

El canto de las dunas

El canto de las dunas

Nos dejamos llevar, con los ojos entornados, mecidos por el vaivén del desierto. El sol se despedía mostrándonos toda su belleza hasta el nuevo día. Nubes violetas, naranjas, rosas y doradas se preparaban para recibir a las bailarinas de la noche.  Como por arte de magia el cielo se apagó,  y en cuestión de segundos quedó salpicado de infinitas estrellas que parecían retarnos a encontrar la nuestra. Era como si el Universo quisiera mostrarnos toda su grandeza, de la que por unos instantes nos sentimos parte y todo. Percibimos ese momento dentro y fuera de nosotros, sintiendo cómo se diluían nuestros espíritus en aquel Todo y en aquella Nada. Todo lo aprendido se desvaneció, todo lo vivido cambió de sentido. Un nuevo lienzo estaba disponible, una nueva página del libro de nuestras vidas volvía a estar en blanco, para  empezar una  historia diferente. Y de nuevo concentrados en el caminar cadencioso de nuestros dromedarios, escuchamos a lo lejos el canto de las dunas que pronunciaban nuestros nombres, y nos sentimos tan pequeños y  tan grandes como el Djinn de una lámpara maravillosa…

 

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