Aun no sé si el uso de los diminutivos son un modismo en nuestros países de América Latina o más bien es una manera humilde de no mostrar ostentación y caer siempre bien. en las conversaciones, en la descripción de acciones, cosas, actividades y demás.

 Normalmente los usamos para indicar tamaño pequeño, desdén,

generalmente cuando se quiere minimizar una acción para evitar envidias o rechazos: Compré’ esta CASITA con un préstamo de mi madre, voy a realizar un viajecito sólo por unas semanitas ya que aprovecharé las millas. Se piensa que así expresado, la casita no es la CASA y  el viajecito no es el VIAJE. Igual con diferentes expresiones: necesitamos una puertecita, voy a hacer una fiestita, eso quiere decir que será muy económica; ayúdame a conseguir un puestico o un trabajito, significa algo no tan importante ni de gran ingreso. Es simpático no hablar de un trabajo, de una fiesta, de una casa. Hay una gran dosis de complejo de inferioridad que no permite pretender ni mostrar orgullo con las acciones.

Chile, Colombia, México y Bolivia son tal vez los lugares donde más diminutivos se usan.

Por lo general  se dice que obedece a la inseguridad personal, a la cultura; muchos han declarado la guerra al diminutivo, pero triunfa su uso por la simpleza y lo que encierra. Por ejemplo, es bajitica, gordita, flaquita. Es igual cuando solicitamos algo que no tenga tanto costo: Un librito, una cancioncita, una comidita, un carrito. Así mismo puede expresar cortesía: es muy educadita, un pasito adelante por favor, pobrecito se quedó sin nada, solo cuesta mil pesitos, tome un traguito, tómese un tintico, (café pequeño). Los dichos varían localmente, también hay  palabras que no lo admiten: Lenguaje, apetito, edad, bondad, ciudad, útil, lunes.

 En México, tal vez donde son más usados, el lenguaje está envuelto en humildad y cariño:

Ahorita vengo, permisito por favor, nadita, deme un poquito, es la purita verdad, solo la puntita.
El problema radicó que, con la conquista española sobre el imperio azteca, el choque cultural como se ha repetido a lo largo de la historia humana tiene sus particularidades de fusión. Una de ellas ocurrió en el lenguaje y se desarrolló una forma de expresión que encontró un bemol. La lengua castellana usaba diminutivos con un sentido ampliamente peyorativo a diferencia del náhuatl que se usaba como expresión de humilde reverencia y cariño… y esta discrepancia la que posiblemente haya contribuido a la inercia tan sojuzgada del pueblo mexicano.

Así que, es parte de su identidad, de sus raíces entender el sentido del uso de los diminutivos y darle su justo sentido. No es ser sumisos, sino afectuosos y respetuosos. Es una expresión reverencial de humildad. Y  eso, es lo que hay que exaltar de nuestros valores culturales. Si nos expresamos sabiendo el significado y usándolo con su sentido original, entonces se habla con propiedad, asertividad, humanidad y sobre todo identidad,

Finalmente, los diminutivos usados y abusados hacen parte de nuestro lenguaje y de la identidad local, algunos casos en los estratos menos favorecidos económicamente, su uso no opera, ya que ellos necesitan mostrar sus logros que han conseguido con gran esfuerzo.

Este fenómeno lingüístico permanecerá entre nosotros por un RATICO largo, junto con ese deseo de agradar y ser cariñosos. En los nombres igual los usamos de manera familiar y cariño: Juanito, Catica, Olguita, Claudita, Estelita, Dianita,  etc.

 Los ostentosos seguirán de enemigos del diminutivo, y no se podrá llamar casita a una Mansión, a un Rolex un relojito, a Disney un parquecito ni al Covid un Covicito. 

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