El fantasma
El pueblo se veía desierto. Unas pocas lámparas de alumbrado eléctrico iluminaban tenues las angostas calles empedradas. En la lejanía cantó un guaco, los grillos no pararon de chillar, los perros aullaban temerosos más que ladrar, la sombra de la mujer de elevada estatura se deslizó suave contorneándose hacia todos lados, de su garganta salían unos gritos adoloridos en forma interrumpida, cada seis o siete pasos lanzaba un grito alborotando la noche, su cabello negro ensortijado era movido rebelde por el viento nocturno. La mujer avanzaba gritando por gritar.
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