Me ponen el café mientras miro alrededor. Botellas de más edad que el camarero y yo juntos, tipos broncos que respiran ruidosamente entre efluvios de whisky, algún oriundo de un pueblo remoto, y unas chicas vociferantes justo detrás de mi, que engullen pinchos sin ningún miramiento, cosa que agradezco, porque mientras comen, no hablan ni gritan. Por supuesto, también abundan recalcitrantes bingueros desplumados, que piden llorosos unos euros para reanudar su vicio y tratar de enderezar su contusionada suerte.
... Seguir Leyendo...