Esta semana que termina se cumple una década del accidente en la central nuclear Dai-ichi en Fukushima, en la prefectura (Estado) del mismo nombre en Japón, el cual fue consecuencia directa del terremoto de 9.0 grados en la escala sismológica de magnitud de momento en la región de Tóhoku, quinto más poderoso desde que se miden, y del posterior tsunami que provocó, impactando con olas de hasta 17 metros, en la costa del poblado Ókuma, al noreste de la Isla de Honshu, que el día de los hechos contaba con 12 mil habitantes, y hoy es fantasma, muy cercano a las instalaciones de la empresa Tokyo Electric Power Company (TEPCO), operadora de la planta de energía.

Sin duda alguna, es una de las catástrofes nucleares más impactantes de las que tiene registro la humanidad,

desde que se manipula y utiliza este tipo de energía para diversos usos, en la Escala de Eventos Nucleares (INES), de la Organización Internacional de la Energía Atómica (IAEA), están contemplados siete niveles de percances, el primero es considerado, anomalía, el segundo, incidente, el tercero, incidente importante, el cuarto, accidente sin riesgo, el quinto, accidente con riesgo, el sexto, accidente importante, y el séptimo, accidente grave. Los más representativos han sido; nivel cinco; Windscale, Reino Unido 1957; Three Mile Island, Estados Unidos 1979; Constituyentes, Argentina 1983; Goiánia, Brasil 1987; nivel seis; Mayak, Rusia 1957; nivel siete, máximo en la cuenta, solo han sido dos; Chernóbil, Ucrania 1986, y Fukushima, Japón 2011.

Esta planta nuclear comenzó a ser construida en 1971 y se concluyó ocho años después,

digamos que en el accidente era cuarentona, pero la verdad de las cosas, es que, con el mantenimiento adecuado, que lo tenía, no debió haber tenido problema alguno en su operación, que no lo tuvo, el error fue su posición geográfica y el intento mezquino y mal entendido de optimización de recursos, que como quedó demostrado, su cercanía al mar para aprovechar el agua del Océano Pacifico en el proceso de enfriamiento de los reactores, no fue la mejor elección cuando se decidió su construcción, dicha edificación contaba con seis reactores, y precavidamente se le había puesto un dique de contención de seis metros de altura, que evidentemente fue fácilmente rebasado por las olas del tsunami, que dicho sea de paso, son impresionantes las escenas en donde se arrolla cientos de casas, edificios, autos, barcos, y en general todo lo que el agua encontró a su paso.

La planta estaba preparada para un temblor,

definitivamente si, con el movimiento telúrico, los reactores apagaron sus reacciones de fisión, con las que se logra la división de un núcleo, en núcleos más livianos, y subproductos como partículas alfa y beta, además de energía en grandes cantidades, que finalmente es el propósito de esta industria, cuando las descargas del reactor y los problemas de suministro de electricidad fallaron, los generadores de emergencia funcionaron automáticamente, sin embargo, la marea provocada por el tsunami, sencillamente anegó la central nuclear, e inundó los sótanos de los primeros cuatro reactores, provocando cortos circuitos y la desactivación del enfriamiento de los generadores de emergencia, una vez más se comprobó la Ley de Murphy, fue el caos, estábamos ante un imponderable que no sucedía desde Chernóbil, las evacuaciones de la población tuvieron que extenderse hasta 20 kilómetros a la redonda, afectando a más de 160 mil personas.

Hoy a diez años, aún hay facturas por saldar, se calcula hubo 20,000 muertos en su momento,

según los nipones, uno solo por el accidente mismo, pero por ejemplo, aún no se sabe qué hacer con el agua contaminada de las plantas, ya que siguen almacenándola, actualmente hay 1,22 millones de metros cúbicos de agua, en más de mil contenedores, pero que el próximo año se llenarán, para ello hay dos propuestas, uno, la evaporación, o sea la contaminación a la atmósfera, y dos, verterla al mar, los japoneses han prometido que serán descontaminadas antes de hacerlo, aunque muchos países tienen sus reservas, especialmente los cercanos a sus costas como China y Corea del Sur.

Finalmente, otro elemento que Fukushima vino a poner en la mesa, fue la viabilidad de la energía nuclear,

los japoneses que hasta el accidente generaban el 30 por ciento de su energía de ésta manera, está replanteando seriamente su uso, en Alemania que pocos años antes Ángela Dorothea Merkel se había declarado fan absoluta de la generación de energía con muy bajas dosis de CO2, hoy todo parece indicar que va directo y sin escalas a la cancelación de este tipo de energía, sin embargo, el debate está abierto, Estados Unidos, Francia, Reino Unido y algunos activistas medio ambientales como Greta Tintin Eleonor Ernman Thunberg, van a favor.

 

 

 

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