En los últimos meses (años), hemos venido observando con cierta intranquilidad, como la Política Exterior Mexicana camina como si estuviera en estado de embriaguez, dando tumbos y tropezones, movimientos a los cuales no nos tenía acostumbrados, y no es que no tuviéramos casos extraños, por decir lo menos, como cuando un canciller recién designado, comenzó su gestión diciendo que llegaba a aprender, ¿Puede alguien tener la desfachatez, de aceptar el cargo internacional más importante de México, para aprender?,  evidentemente sí, lo cual dicho sea de paso, nunca logró, pese a ello, creo debemos comenzar a preocuparnos, y mucho.

Reiteradamente el Presidente azteca, Andrés Manuel López Obrador, ha mencionado que desde su concepto, la mejor política exterior, es la mejor política interior, por ello en gran parte, prácticamente no sale del territorio mexicano, y ciertamente no deja de tener razón, ya que en gran medida, lo que hacemos en lo internacional, es el reflejo de lo que sucede en el ámbito interno de la nación, así como que, nuestras Relaciones Internacionales deben de tener como objetivo principalísimo, el beneficio de lo local y sus habitantes, al menos en la teoría, así debe de ser. Es por ello, porque la política exterior debe de cumplir con los idearios de los ciudadanos del país, ya que si bien la actividad formal se da desde los gobiernos y sus dirigentes, lo cierto es que termina siendo la imagen de todos, desde el empresariado, la academia, hasta los deportistas, y los ciudadanos de a pie.

Como diría Gloria Trevi, El recuento de los daños; nos lleva a los primeros días de la presente administración, cuando se anunció que tendríamos puertas abiertas a la migración, especialmente de la que pasa por nuestro país, con dirección a Estados Unidos, era un hecho políticamente y populacheramente compresible, por nuestra historia de emigración al norte, pero la lectura que se dio en otras latitudes fue de paso libre, y así, se montaron caravanas de miles de afganos, haitianos, hondureños, salvadoreños, venezolanos, y de cualquier país de África, lo que terminó generando un desbordamiento de la situación hasta que, el gobierno norteamericano, obligó a que se quedaran en México, donde hoy existen guetos, convertidos en campos de concentración, en condiciones paupérrimas y miserables para todos, lo peor de tema, es que donde se deberían de tomar las decisiones de solución, seguramente tienen otros datos y para ellos, deben de no existir.

Los gurús de la nueva política exterior mexicana, han decidido que el personal de carrera diplomática, no tengan los emolumentos que requieren para subsistir adecuadamente en sus asignaciones, los sueldos que se les han otorgado sirven para vivir en la honrosa medianía que proporciona el servicio público en Burundi, no quiero imaginar cómo les va, al personal destinado en Canadá, Japón, cualquier país de Europa. Si bien es cierto, siempre hemos tenido de Embajadores a políticos en el exilio dorado, amantes, amigos, y joyas de la fauna nacional, nunca se había designado a mamás para que estuvieran cerca de donde sus hijas van a la escuela, a Josefa González Blanco Ortiz Mena, en Reino Unido, y a Francia se envió a Blanca Elena Jiménez Cisneros, claro, la preocupación por estar cerca de una hija que estudia su posgrado, debe de ser prioridad nacional.      

Este año, México fue de los muy pocos en el mundo, que avalaron, la quinta toma de protesta del dictador de Nicaragua, quien durante el proceso electoral encarceló a los opositores; con Panamá se dio el bochornoso espectáculo, al nombrar Embajador a un personaje de baja estofa, con antecedentes de acoso sexual, su mérito, ser amigo de la No Primera Dama, y se tuvo que vivir la vergüenza del rechazo de la nación centroamericana, en venganza, se ha designado a una actriz de teatro, la cual descubrió que, las galletas “oreo” son las causantes de la adicción en este país; sin pensar en las consecuencias económicas, se inventó un término nuevo para la jerga diplomática, se “pausó” la relación con España, el segundo emisor de inversión en nuestro país; esta semana que termina, nos recordaron la afrenta que sufrió la historiadora Beatriz Gutiérrez Müller, que en calidad de nada, porque No es Primera Dama, cuando le negaron me manera “arrogante y prepotente” la catafixia del Penacho de Moctezuma, por una carreta y una corona que dejó Maximiliano de Habsburgo; finalmente Antony John Blinken  fue acusado de ignorante por asegurar que en México, no se protege la vida de los periodistas, cuando en dos meses van siete de ellos muertos, lo malo del asunto es que este personaje es el Secretario de Estado de nuestro vecino del norte.

La moraleja es, la política exterior no se puede hacer desde la presidencia, para eso se le paga y muy bien, a un canciller, es un tema serio como para que sea la ocurrencia mañanera.

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