Cuando el jovencísimo empresario y pasante de ciencia política Nayib Armando Bukele Ortez en ese entonces de 38 años, ganó la presidencia de la República de El Salvador, a muchos nos pareció una buena noticia para la nación centroamericana; porque además su arabesco carisma, lo llevó a vencer en la primera vuelta electoral con el 53 por ciento de los votos, lo que de verdad es algo pocas veces visto, lamentablemente este país los últimos lustros, se ha visto desgarrado por la diáspora de sus pobladores en la búsqueda de un mejor lugar de vida, y bañado en sangre, provocado especialmente por las pandillas que han hecho del bellísimo recinto de Atlácatl, una terrible y deplorable desgracia, por lo que las expectativas y las esperanzas eran por demás altas.  

 

El Salvador es el país más pequeño de Centroamérica, el único del área que no tiene salida al océano Atlántico, cuenta con escasamente 21,041 kilómetros cuadrados de extensión territorial, ligeramente más grande que el Estado de Hidalgo en México, tiene una población que ronda los 6.5 millones de personas; Pedro de Alvarado y Contreras a quien los aborígenes apodaron “Tonatiuh”, por ser extrañamente alto y rubio como el sol, fue el conquistador y fundador de la ciudad de San Salvador en 1525, dependiente de la Capitanía General de Guatemala, lugar al que el conquistador de la Nueva España lo había designado para regir en la región, y por supuesto seguir avanzando en la colonización hacia el sur, después de un proceso de independencia iniciado junto con los aztecas, como todos en la zona, se conformó un país que basó su economía en productos del campo, añil, cacao, plátano, tabaco, y en especial el café, dieron riqueza a las hacendados del siglo XIX, y por supuesto no olvidar a la empresas alimentarias de origen estadounidenses, que durante ese lapso se establecieron.

El siglo XX, fue en demasía generoso con el país en golpes y asonadas militares, como dictadores, un orangután siguió a un gorila y este a otro chimpancé, y por qué no, una guerra en 1969, además por el motivo más importante que se puede tener, un partido de futbol; la crispación se desbordó el 24 marzo de 1980 cuando un francotirador acertó en el corazón del Arzobispo Oscar Arnulfo Romero y Galdámez en el momento que oficiaba misa, la guerra civil se generalizó, la Junta Revolucionaria de Gobierno que de facto ejercía el poder, no pudo controlar la andanada social, encabezada por el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional, la guerra de guerrillas y los ataques entre los rebeldes y en especial el gobierno de José Napoleón Duarte Fuentes, fueron cada vez más cruentos, la gente huyó de sus pueblos por marejadas, no es necesario ser experto para entender que la economía nacional profundizó la pobreza, las personas crecían con carencias de todo tipo, mirando como las disputas por el poder los empobrecían aún más, asombrados de que sí se podía ser más pobre, ello fue la leña que avivó el fuego de los rencores acumulados, en donde literalmente no se tiene nada que perder.

 

 

En 1992 se firmaron los acuerdos de paz en el Alcázar del Castillo de Chapultepec en la Ciudad de México, donde se habían llevado a cabo las negociaciones, la década de los noventas y la primera del este milenio, fueron de relativa calma política, digamos, hubo procesos electoras tranquilos, pero no social ni económica, por ejemplo, la crisis inflacionaria llegó a ser tan grande que desde 2001 que, si bien existe oficialmente la moneda Colón Salvadoreño, lo cierto es que solo circula el dólar americano para todas las transacciones cotidianas, sin embargo, la peor pesadilla, son las pandillas que se apoderaron de los barrios y en general de ciudades enteras del país, hay que decirlo, no se fundaron allí, sino en Los Ángeles, California, como un medio de protección entre los migrantes salvadoreños, pero sus actos de violencia y crueldad los han llevado a ser distinguidos en todo el mundo como las organizaciones más sanguinarias del hemisferio occidental.

Las cosas para el joven gobernante no han sido fáciles, nadie pensaría que en El Salvador sería así, sin embargo, simplemente no ha podido contener las situaciones; para solventar la decaída economía,  impulsó como moneda de uso legal los Bitcoin, que aún no cuentan con el respaldo o aceptación generalizada, y despierta más dudas que certeza, y sinceramente lo que una nación hoy por hoy la valoriza más, es la certeza en su sistema financiero; literalmente dio un golpe de estado a la corte suprema de justicia de la nación; pero lo que hoy nos trae aquí, es su decisión de amenazar a los pandilleros que hoy desbordan a las fuerzas de seguridad, con matar a los pandilleros encarcelados, tampoco se trata de la estupidez de salir a darles abrazos a los delincuentes, pero el estado debe de ser el garante de los derechos de las personas, no de violarlos.

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