Por estos días en la radio suena que nuestra lengua proviene de la mapuche, pero eso no habla de raíces comechingonas, siendo que los comechingones fueron los nativos autóctonos de una vasta parte de Argentina. Si la herencia se basa en el patrimonio que queda para darle en adopción nuestro presente, como un hijo que hereda de sus ascendientes, éstos para merecer la herencia deben demostrar el vínculo que pruebe su heredad. Pero también debe existir la herencia, y la comechingona resultó ya exigua “desde el vamos”.
Los comechingones, parientes raciales de los sanavirones, usaban el quichua, lengua común modificada por expresiones y formas dialectales propias. La lengua que hablaban nuestros aborígenes era la CAMIARE, en la parte sur de Córdoba, y la HENIA, en la parte norte. Salvador Canals Frau considera que en la lengua camiare había injerencias verbales de los pichilingües, afincados en el valle de Conlara, San Luis, y aun de los huarpes oriundos de Mendoza. Algo difícil de constatar debido al exiguo repertorio de palabras que ha quedado. (Urumpta, Juan Filloy, págs. 43-44.)
Lehman-Nitsche atribuyó a los antiguos habitantes de la pampa estar comprendidos en una familia de lengua propia: la het, diversificada a la vez de acuerdo a su generalización geográfica, en talu-het, divi-het y cheche-het.
Según sus conclusiones, los primeros habitaban una región que se extiende desde el sur de Mendoza hasta Santa Fé y noroeste de Buenos Aires, incluyendo el sur de San Luis y Córdoba. Los segundos habitaban el sur de Mendoza y norte de La Pampa. Los terceros, las serranías de la provincia de Buenos Aires.
El padre jesuita Thomas Falkner, en un mapa confeccionado en 1774, al fijar los grupos lingüísticos que prevalecían a la sazón desde la Patagonia al sur de Córdoba, establece que la lengua talu-het y divi-het había desaparecido de las regiones arriba demarcadas debido a la invasión araucana. Otro mapa que confirma esta tesis pertenece a José Imbelloni y figura en el volumen I de la Historia de la Nación Argentina, publicada por la Junta de Historia y Numismática Americana, en Buenos Aires en 1936.
Las tribus ranqueles dominantes hasta el río Quinto habían impuesto su lengua. En consecuencia, conforme a muchas afirmaciones conexas, ya no se hablaba el camiare en predios comechingones del sur. La araucanización era palmaria. El filólogo Antonio Tovar lo asevera: “Lo que se conoce con el nombre de pampa es un dialecto araucano.”
Dick Edgar Ibarra Grasso (“Argentina indígena” pág. 426), dice: “Con respecto a las lenguas het o propiamente pampas, todo lo que conocemos de ellas en forma segura son diez palabras simples y cinco compuestas, las cuales fueron presentadas por Lehmann-Nitsche en sus trabajos, presentando después otras pocas de significado desconocido. (Urumpta, Juan Filloy , págs. 104-105).
En la memoria heredada y registros historiográficos perviven nombres como: Chocancharagua (también Chocancharaba y Chocanchabara, nombre fonéticamente impreciso de la provincia comechingona que abarcaba las serranías, estribaciones y planicies de las cuencas de los ríos Calamochita, Soco-Soco y Popopis (Tercero, Cuarto y Quinto respectivamente), Conlara (provincia comechingona que se extendía en la vertiente occidental, sobre el territorio actual de San Luis) y SocoSoco: Río Cuarto. (Urumpta, Juan Filloy, pág. 11).

 

 

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