Nunca admitiré que suelo recorrer los caminos por los que pasábamos

y que visito los lugares que frecuentamos

siempre con la ingenua esperanza de encontrarte, así: como quién no quiere la cosa;

cómo quien es de pronto víctima de una coincidencia

¿Qué pensarías de mí sí me vieras así?;

Desesperado, perdido, acabado.

 

¡Pobre patético guiñapo!

Y aun así no admitiré jamás que te extraño horrores,

Que me dueles en la mente y me dueles en el cuerpo,

porque a fin de cuentas, lo mismo que a ti:

Me duele más mi orgullo.

 

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