Humbra León

Un niño caminaba por la gran ciudad desolada. No comprendía la ausencia de autos, el bullicio de siempre y la muchedumbre que se apiñaba todos los días. A pesar del calor, un silencio helado escarchaba las calles. Al girar hacia la plaza central se encontró con un hombre sentado en el umbral de la puerta de su casa. Tenía la mirada triste,

_ ¡Hola! ¿Qué te sucede? _preguntó el niño con inocencia.

El señor levantó su mirada y le dijo:

_No te has enterado de todo lo que ocurre en el mundo?

_ ¿Te refieres a la pandemia?

_ ¡Si! _Respondió el hombre secamente restregándose sus ojos llorosos.

_ ¡Claro! ¡Por eso mismo he bajado a la tierra! _dijo el niño con total naturalidad.

_ ¿Bajado? ¿De dónde has bajado?

_Eso no importa, de todos modos no me creerías.

_ ¡No! Dime. ¿De dónde has bajado? ¿Quién eres?

_Eso no importa ahora. Dime algo ¿tú no eres el hombre de los revólveres, pistolas? ¿Tienes una carabina y una gran cantidad de cuchillos? ¿Es verdad que coleccionas armas de toda clase?

_ ¿Y tú cómo lo sabes? _Pregunto el hombre totalmente desconcertado.

_ Eso no importa. Ya que tienes tantas armas sería bueno que salgas a cazarlo. Sé que tienes muy buena puntería. _ sugirió el niño.

_No puedo cazarlo. Es un virus.

_ ¡Que importa! Le apuntas bien y ¡Pum! ¡Matas al virus y con tus armas salvarás a la humanidad.

_ ¿Eres tonto? _preguntó el hombre un tanto fastidiado.

_No. ¿Por qué?

_Es un virus invisible a los ojos _. Afirmó el hombre

_ ¡Ah! Quiere decir que todo tu armamento, todas las armas y todas las bombas del mundo entero que ustedes los seres humanos construyeron para matarse entre hermanos ¿no sirven para nada?

_ ¡No!

_ ¡Cuanta imbecilidad! _ respondió el niño desapareciendo del sueño del hombre dormido en la puerta de su casa.

 

 

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